viernes, 27 de abril de 2007

Hastío

Mientras logro volver a instalarme en algún lugar sigo en el hotel. La recepcionista, en efecto está sólo en las noches y sí, es demasiado amable. Debo confesar que en algún segundo logré verla de una forma especial, pero luego volví a estrellarme contra la absurda realidad. Lo único cierto es que la mayoría de las personas que me encuentro día a día parecen inmersas en esa atmósfera de mediocridad que no puedo tolerar; se convencen de que sus trabajos son importantes pero en realidad, no se la pasan sino desperdiciando el tiempo de los demás.
No sé si debe ser así, tener un trabajo en el que se entre en contacto con los clientes, por ejemplo, y ser necesariamente indiscreto. Tener una tarea para la que se requiera agilidad y ser necesariamente lento. Estar encargado del control de calidad de un producto y ser necesariamente negligente. ¿Es eso lo normal?
La indiscreción es algo que no soporto y la línea entre ella y la amabilidad es muy delgada. Entiendo que a veces una ocupación puede mantenernos alejados de la realidad, del contacto real con otras personas y que puede hacerse necesario cruzar la línea para sentir que no se está automatizado, que no se es parte del mobiliario. Entiendo también que se intente cruzar es alínea y crear un lazo de familiaridad con el otro; pero el trabajo, sigue siendo el trabajo y aveces la coquetería, además de ser naturalmente torpe, resulta molesta.
Y lo que en principio era una sonrisa amable puede ser interpretado luego como una mirada ávida... y tal vez, algunos no estamos preparados, no tenemos el tiempo ni la disposición y en todo caso, sabemos que ese gesto no es aquel al que nos corresponda responder. Las cosas en su lugar, hay que manejar cierto tipo de orden.
En todo caso, la imagen no sale de mi cabeza. Probablemente eso sea lo que me molesta tanto. Tengo libre la tarde del viernes y no sé que tan bueno pueda ser. Tengo un asunto pendiente con ella (de quien hablaré luego) y creo que esta es la noche para solucionarlo; digamos que es hora de acabar una obra inconclusa.
Estoy viendo el libro y quisiera leer, pero voy a ducharme y tal vez pida algo de comer. Seguramente cuando vuelva, en la madrugada, esa chica estará ahí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nunca es fácil, la mediocridad, aun la propia es una molestia en el diario vivir