lunes, 13 de agosto de 2007

Me encanta

Me encanta volver a la "casa" y ver que tengo exactamente el mismo desorden que el día que escribí por última vez... las mismas cajas, la misma ropa sin desempacar, los mismo libros enmoheciéndose en un rincón cualquiera del apartamento y yo... con las mismas ganas de que alguien lo haga por mí... de hecho, lo van a hacer, ya le dije a Lorena (mi mano derecha -aunque una mano derecha fracturada o luxada, qué se yo-)que ahí dejo las llaves y me solucione el asunto.
Dejo de lado tanta trivialidad y melosería para hablar de otra cosa que me encanta. Me encanta que la gente sea tan fácilmente sugestionable. Hace un tiempo estuve de viaje por San Petersburgo y durante el fin de semana estuve en la casa de un antiguo compañero de universidad y le mostraba algunas fotos del viaje. Cuando le mostré la fotografía de la cama de Pedro el Grande la esposa de este personaje se puso pálida y agarró a mi amigo del brazo y dijo "¿amor, si ves?, ahí se ve el fantasma acostado, ¡qué impresión!".
¿Fantasmas? a estas alturas de la vida, cuando uno ya ha pasado por la universidad, ha formado una familia y es una persona aparentemente bien estructurada me parece ridículo hacer una alaharaca como la de esta mujer respecto a una fotografía con un "fantasma". Pero lo peor fue la posterior conversación: esta mujer me mantuvo durante casi una hora escuchándola respecto a su creencia de que los fantasmas son supuestos cúmulos de "energía negativa" que se estancan en un lugar y que se alimentan de las mlas vibraciones de las personas que los visitan.
Definitivamente, la ignorancia se sofistica de modos incalculables... menos mal que los fantasmas ya no son almas en pena como en la religión católica, o almas que se niegan a la reencarnación como en el Shinto. Resulta que ahora son almas que quedan atrabadas por un mal cálculo del diseñador de interiores. Mejor dicho, la esposa de mi amigo más o menos sugirió que hay que hacerle Feng Shui al Palacio de los Zares...
Un consejo que los rusos seguramente agradecerán.

2 comentarios:

Nowhereman dijo...

Claro, pareciera que existiera una fuerte necesidad en la gente de creer y de maravillarse, y esto es peligroso, porque en muchos casos la gente queda muy suceptible a ser muy manipulable por quien conoce teorica y empiricamente estas caracteristicas humanas... afortunadamente no ha salido aun un sociologo o antropologo de la religion a operar en este campo, muy fructifero economicamente por cierto!

Lanark dijo...

Yo tiendo a ser escéptico, pero no tomo una actitud muy radical respecto a estas cosas.

Para mí, la ciencia tiene por derecho propio la supremacía como descripción de la naturaleza, especialmente en los casos en que es apropiada la aproximación de separar observador de observado o incluso lo observado en partes relativamente independientes.

Pero por otro lado, la experiencia subjetiva se sale completamente del ámbito de validez de la ciencia. Se puede aplicar un método científico a eso, y salen cosas como las partes más depuradas de las tradiciones espirituales, que son: entrénese para observar, y observe metódica y rigurosamente. Pero es un observar distinto al de la ciencia, porque el observador se observa a sí mismo en lo observado. Asi son, por ejemplo, las técnicas sofisticadísimas de meditación budista.

Y hay terras incógnitas donde la experiencia subjetiva tiene linderos confusos con la aproximación científica. Sospecho que la gente que se mueve demasiado en esos linderos se expone a que una sociedad escéptica la catalogue como enferma mental y en cierto modo la elimine. Puede también volverse el núcleo de prácticas fraudulentas y dañinas, o puede también ayudar a reencantar la experiencia del mundo de una manera que haga a la gente más feliz.